Parásito, híbrido y prótesis son tres conceptos que,
aplicados a la arquitectura, derivan de otros anteriores como arquitectura
flexible, sostenible, efímero, mutante, adaptable,…
Aquí empezamos una serie de artículos-post-reflexiones
que tratarán de clasificar y estudiar la relación de la arquitectura con estos
tres conceptos.
Habitualmente asociamos estas tres palabras con
tecnología, gadgets, productos efímeros y con una fecha de caducidad muy
acotada. Sin embargo, la arquitectura tiende a ser un objeto de consumo, un
gadget que facilita la vida y que interactúa con sus usuarios ofreciéndoles
nuevas posibilidades.
La escala arquitectónica cada vez trasciende más lo
privado y lo doméstico. Desde el momento en el que instalamos nuestro ordenador
y disponemos de acceso a internet, una de las ventanas de nuestra casa deja de
dar a nuestra calle para ofrecernos una vista del mundo que, además nos permite
interactuar activamente con él. Lo privado, lo público, local o global. La
arquitectura no se hace de materiales, sino de escalas.
La arquitectura, al margen de su escala física, presenta
comportamientos diferenciados a diferentes escalas: desde lo objetual hasta lo
urbano, desde el detalle hasta el paisaje.
En cada escala, el objeto arquitectónico es capaz de
desarrollar estrategias que, de un modo consciente y previsto, o bien de modo
imprevisto y espontáneo, afectan al resto de escalas.
El modo consciente y calculado tiene unas limitaciones
impuestas desde su concepción. Está previsto que la arquitectura funcione y
tenga una repercusión. Sin embargo, puede darse el caso de que esto no se
produzca, y el experimento arquitectónico fracase dando lugar a espacios
vacíos, urbanismos des-urbanizados, objetos rotos en definitiva.
Por otro lado, una acción espontánea, un uso no previsto,
un acto ‘vandálico’, pueden desencadenar una serie de consecuencias que
revivan, magnifiquen y trasciendan el alcance previsto en el proyecto
arquitectónico.
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